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De Negociante a Empresario

No es lo mismo ser negociante que empresario, aunque normalmente se confunda lo uno con lo otro. Al negociante lo guía el dinero, mientras que el empresario está guiado por un propósito superior.


 

Empecé mi camino como emprendedor a los 15 años de edad. Durante 16 años tuve negocios muy distintos, unos exitosos y otros no, y el común denominador era hacer dinero. Hasta ese momento de mi vida yo era como la gran mayoría de la gente, en el sentido de que también estaba convencido de que la razón de ser de las empresas era generar utilidades para los accionistas y que el trabajo era para ganarse la vida. Compartía el sueño de la mayoría de emprendedores que es hacerse rico con su empresa y también había podido saborear el anhelo de la mayor parte de los empleados que es tener un puesto con un buen sueldo y mucho status.


Pero eso cambió cuando fundé CAUAC (www.cauac.com) en el 2002. En aquella época, tanto mi socio como yo andábamos en una profunda búsqueda de sentido a nivel personal, lo cual se vio reflejado en las conversaciones que tuvimos acerca de cuáles eran la razón y el propósito de crear esa empresa a la cual le queríamos dar vida. Algo que fue claro desde el principio era que nuestro principal motivador no era enriquecernos, ni simplemente crear un espacio para poner en práctica unos conocimientos y unas habilidades que habíamos desarrollado en nuestra vida profesional y en los programas de certificación que habíamos realizado en Programación Neurolingüística, y en Consultoría y Consejería Sistémicas. Teníamos un propósito común, el cual era que la empresa fuera algo que nos llenara el alma y que generara transformación.


Este proceso fue una epifanía para mí, ya que me condujo a darme cuenta que durante todos mis años como emprendedor, hasta ese momento nunca había sido un verdadero empresario sino un negociante. Y quiero hacer énfasis en esta distinción, porque no es lo mismo ser negociante que empresario, aunque normalmente se confunda lo uno con lo otro. Negociante es aquel que está tras la oportunidad de hacer dinero, y la “empresa” es su vehículo para perseguir ese fin. Hoy tiene una constructora, mañana un banco, pasado mañana una cadena de comidas rápidas, no interesa el tipo de negocio, lo que importa es cuánto dinero va a ganar. En cambio el empresario es quien tiene un impulso creativo y que encuentra en hacer empresa el vehículo que le permite cumplir con un propósito que lo lleva a realizarse como persona al agregar verdadero valor al mundo.


Por eso cuando leí estas palabras de Yasuhiko Kimura, monje Zen y consultor empresarial japonés, me hicieron sentido inmediatamente:

"El empredimiento es un impulso creativo y por lo tanto espiritual. Los grandes emprendedores entran en el campo de la empresa de la misma manera que los grandes artistas entran en el campo del arte. Con su creación empresarial, expresan su deseo de autorrealización, su pasión evolutiva por su propio desarrollo, y su visión creativa de un nuevo mundo. La empresa es su obra de arte.”


Quiero aclarar que de ninguna forma estoy afirmando que hacer dinero sea erróneo, lo equivocado es cuando hacerlo se convierte en la razón de ser y en el propósito de la existencia, es decir, cuando confundimos los medios con los fines.


Esa vivencia maravillosa como empresario que estaba teniendo con CAUAC me permitió experimentar la diferencia de hacer empresa cuando su existencia está determinada por un propósito superior y no simplemente por generar utilidades para los accionistas. Ese fue el punto de partida del camino que me llevaría a desarrollar el concepto de Organizaciones Brillantes.


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